Capítulo 3: Introducción a la historia de España: Del arte prehistórico a las antiguas civilizaciones: fenicios, celtas, íberos, griegos, cartagineses y romanos

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Se entiende por Prehistoria esa parte de la historia anterior al nacimiento de la escritura; por tanto, solo contamos con restos arqueológicos. Para entender mejor la prehistoria la dividimos en periodos. En España encontramos yacimientos prehistóricos del Paleolítico desde su período más antiguo.

 

  1. Paleolítico Inferior, del 1.500.000 al 100.000 a.C. (El Hombre de Atapuerca en Burgos, el Hombre de Orce en Granada)
  2. Paleolítico Medio, del 100.000 al 35.000 a.C. (la cueva Morín en Cantabria)
  3. Paleolítico Superior, del 35.000 al 10.000 a.C. (cuevas en toda la costa del Cantábrico como la famosa cueva de Altamira y la zona de Levante)

 

Después del paleolítico nos encontramos con el Neolítico, donde los hombres comienzan a domesticar animales, crear textiles, construir sus viviendas y producir sus propias cosechas. Poco después aprendieron la transformación de los metales y la construcción de armas. En esta etapa, llamada la Edad de los Metales, que va hasta el 1.000 a.C., encontramos grandes estructuras de piedra, llamadas ‘dólmenes’ por toda la geografía española. Estas estructuras tenían una función funeraria.

 

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Paleolítico Inferior. El hombre de Atapuerca
Mario Modesto, edited by Fir0002, Public domain, via Wikimedia Commons

 

A partir de esos años, aproximadamente en el siglo IX a.C. aparecieron en la Península Ibérica varias civilizaciones antiguas pero desarrolladas para su tiempo. Por el norte llegaron los celtas y por las costas de África o el este del Mediterráneo, los íberos. Ambos se incursionarán por todo el territorio mezclándose, dando origen a un pueblo llamado celtíbero. Por esa época también habitaban los tartesios en el sur, alrededor de lo que es ahora Sevilla. Por la costa mediterránea otros pueblos también se asentaron, aunque sólo fundaron ciudades o pueblos costeros con fines comerciales. Entre estos pueblos destacan los fenicios (1.100 a.C.) y los griegos (siglo VII a.C.) procedentes de la costa este del Mediterráneo, y los cartagineses, procedentes de una colonia fenicia asentada en el norte de África. Estos últimos llegaron a España para poder extender su creciente imperio (entre el siglo IX y III a.C.), pero tal conquista fracasó tras la derrota frente al ejército romano en el siglo III a.C.

Prehistoria

Con el hallazgo16 de los huesos pertenecientes a una mujer de unos 16 años en la sierra de Atapuerca, cerca de la ciudad de Burgos, el mundo de la paleontología encuentra aquí una clave importante para los estudios de la evolución del hombre. Parece ser que esta mujer sería la muestra del primer ser humano en toda Europa. Hasta el descubrimiento de esta mujer se creía que el Hombre de Pekín era el más antiguo del mundo, hace casi un millón de años.

 

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Fernando López, CC BY-NC-ND 2.0, via Flickr

 

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Carlos Calamar, CC BY-NC-ND 2.0, via Flickr

 

Junto a los recientes e importantísimos descubrimientos arqueológicos de restos humanos, España cuenta con un sinfín17 de cuevas y monumentos prehistóricos. En el norte está la singular cueva de Altamira (15.000 a.C.), situada muy cerca de Santander. Esta cueva contiene unas maravillosas pinturas de bisontes y otros animales que por su calidad artística es llamada la “capilla Sixtina” del arte rupestre. El hombre de Altamira usó diferentes colores, además del relieve de las rocas, para dar volumen a las pinturas.

 

De otro estilo diferente son las pinturas rupestres en la Zona de Levante. Como se puede ver en la foto, el estilo de estas pinturas difiere y se distingue de las de la zona de Cantabria por varios aspectos. Aquí aparece el hombre ya dibujado, en acción, preparándose para la caza. Estas pinturas son mono cromadas, a diferencia de las de Altamira, donde usaban varios colores. Estas pinturas fueron pintadas mucho después que las pinturas de la zona franco-cántabra, alrededor del 6.000 a.C.

 

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Pinturas rupestres de la zona de Levante
Enric, CC BY-SA 3.O, via Wikimedia Commons

 

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Dolmen de Antequera
Anita Gould, CC BY-NC-ND 2.0, via Flickr

 

Además de figuras de animales y hombres pintados en cuevas encontramos construcciones con inmensas piedras llamados ‘dólmenes’, que bien podrían haber sido lugares de culto para el hombre de la prehistoria. Un buen ejemplo es el dolmen de Antequera, en la provincia de Málaga, uno de los monumentos megalíticos más grandes existentes.

 

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Dolmen llamado de Pedra Gentil en la provincia de Barcelo
Santi Duarte, CC BY-NC-ND 2.0, via Flickr

 

Los monumentos megalíticos están prácticamente presentes en todas las provincias españolas.
En Wikipedia se enumeran, por regiones, todos estas misteriosas e impresionantes construcciones que tienen, en algunos casos, una antigüedad de más de 6.000 años. Un ejemplo muy interesante es el conjunto de dólmenes encontrados bajo el agua en Cáceres, tras la sequía por falta de agua y el calentamiento de la tierra.

 

Los celtas

La cultura celta, bien conocida por su influencia en el pueblo escocés e irlandés, llegó también a la Península Ibérica desde el centro de Europa. Por los restos arqueológicos encontrados en España parece ser que ya estaban ubicados por todo el territorio en el siglo IX a.C. En la actualidad ese impacto cultural solamente es visible en Galicia, donde se mantiene la música y las tradiciones propias de los celtas: el sistema matriarcal y el sentido mágico de las cosas. Incluso en las construcciones ya que todavía se pueden apreciar pequeños poblados o castros donde habitaban los celtas. El poblado celta más famoso y uno de los mejor conservados es el de Santa Tecla, cerca de Pontevedra, Galicia. En él se pueden ver las casas redondas típicas de estos pueblos.

 

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Poblado o Castro celta de Santa Tecla, Galicia
José Luis Filpo Cabana, CC BY 3.0, via Wikimedia Commons

 

A través de los años los años se mezclarían con los íberos que habitaban la parte la parte sureste de la Península.

Los íberos

En los textos de los griegos del siglo VI a. C. hay muchas referencias a los íberos, habitantes de las tierras de esta Península. El origen de este pueblo no está claro. Por mucho tiempo se pensó que provenían de África, pero cada vez hay más estudiosos que defienden la teoría de que eran descendientes del hombre neolítico llegado a la Península del este del Mediterráneo hacia el año 5.000 a.C.

 

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Ullastret, ciudad íbera fundada en el s.VI a.C.,Cataluña
Alberto-g-rovi, CC BY 3.0, via Wikimedia Commons

 

De los íberos ya definidos como tal pueblo (S.IX a.C.) encontramos abundantes restos escultóricos, que nos demuestran que era un pueblo con una gran sensibilidad artística. Las esculturas de piedra de toros y mujeres tienen mucho detalle, además de aportarnos interesante documentación de cómo se vestían y adornaban las mujeres de la época.

 

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Escultura ibérica: La Dama de Elche, S.VI a.C.
Ángel M. Felicísimo, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

 

Una de las más famosas esculturas de los íberos es La Dama de Elche, llamada así porque fue descubierta a finales del siglo XIX en la ciudad de Elche. Lo que más sorprendió a los descubridores de esta mujer o sacerdotisa en piedra que data del siglo VI a.C. es su parecido con los peinados y adornos típicos que usan las mujeres en Valencia, durante sus celebraciones folclóricas anuales. Por lo que se puede reconocer en las tradiciones de Valencia que la influencia de los íberos todavía sigue hoy vigente en algunos aspectos culturales de la vida del español.

Aunque estos peinados sólo se vean durante las fiestas de Valencia, los toros siguen siendo un arte celebrado en toda España. Son varias las esculturas de piedra representando toros que encontramos a lo largo del territorio, especialmente en la zona centro.

Un ejemplo de estas esculturas taurinas18, cuya finalidad todavía desconocemos, son los toros de Guisando, toros de granito de tamaño natural. Algunos teóricos piensan que servían de altar para sus ceremonias religiosas o como símbolos de protección. Existen unas 300 esculturas extendidas entre las provincias de Ávila, Salamanca y Zamora construidas entre el siglo III y II a.C

 

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Ruinas de Numancia (en la provincia de Soria) Dr zoidberg, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons

 

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Toro de Guisando, Ávila
M.Peinado CC BY 2.0, via Wikimedia Commons
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Toro de Osuna
Jerónimo Roure, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

 

La relativa paz entre los íberos y los otros pueblos asentados en la Península, como griegos y fenicios, no duró mucho pues otros dos pueblos fuertes y ambiciosos, los romanos y los cartagineses, entraron en guerra para disputarse la rica tierra de los íberos.

Numancia es el nombre de una ciudad que evoca heroísmo y coraje. Esta ciudad celtíbera fue atacada y asediada19 durante 20 años (153-133 a.C.) por los soldados romanos hasta que el pueblo numantino, frente a la inminente derrota, decidió suicidarse en masa y morir antes de vivir bajo el dominio romano.

Los fenicios

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Una moneda fenicia
Classical Numismatic Group, CC BY-SA 2.5, via Wikimedia Commons

 

Los fenicios fueron los fundadores de la primera ciudad conocida en España, Gadir, la actual Cádiz, en el siglo IX a.C. Llegaron a estas tierras posiblemente atraídos por la fama de las riquezas de las tierras de los Tartessos. Se dedicaron a comercializar y exportar las producciones mineras (oro, plata, cobre y estaño20) de la Península Ibérica. Comerciaron con los pueblos indígenas de la zona y aportaron avances como el alfabeto fenicio, el sistema decimal, el número cero, el uso de la moneda, la explotación de salinas, la conservación del pescado en salazón y nuevos métodos para trabajar las piedras preciosas.

Los griegos

Al igual que los fenicios, los griegos eran un pueblo pacífico que solo se incursionaba en nuevos territorios para establecer centros comerciales. Como su misión era el establecer lugares estratégicos buscaban zonas en la costa. Así encontramos en las costas de Cataluña dos centros griegos importantes: Rosas, fundada en el s. VIII a.C., y Ampurias, del s. VI a.C. Los griegos comerciaron con los nativos del lugar, consiguiendo ser cada vez más importantes. Los griegos proporcionaban aceite, vino y cerámicas a cambio de sal y telas de lino.

 

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LeZibou, CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons
Mapa lingüístico de la Península Ibérica antes de la Conquista Romana. Imagen de resolución completa

 

Los cartagineses

Los cartagineses originalmente era un pueblo fenicio que se estableció en Cartago, al norte de África, desde donde desarrollarían una sociedad tan fuerte que emprendería la conquista de las regiones mediterráneas de la Península Ibérica con el propósito de llegar hasta Roma y conquistar a su eterno enemigo: los romanos.

 

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Rafesmar, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

 

En el siglo III a.C. conquistan Sagunto, una ciudad de origen griego pero habitada entonces también por celtíberos. Los comerciantes de esta ciudad eran aliados de Roma, por tanto, tras su derrota, el pueblo romano manda un fuerte ejército para luchar contra los cartagineses, comenzando la Segunda Guerra Púnica. Tras esta guerra vendría una tercera, tras la cual el Imperio Romano consiguió no sólo todo el territorio cartaginés sino el control absoluto del mar Mediterráneo y todas sus tierras colindantes.

Los romanos

Tras tres siglos de guerras entre los romanos y los cartagineses por el dominio del territorio peninsular ibérico llega la paz en el año 19 a.C. Y con la paz llega la construcción en vez de la destrucción. La península, siendo un territorio más del gran Imperio Romano, verá florecer espectaculares edificios, templos, teatros, circos, puentes, acueductos, carreteras (llamadas calzadas) además de un nuevo sistema de gobierno y una nueva lengua, el latín. La gente de la península también aceptará la religión romana con todos sus dioses y sus costumbres. Roma llamó a este nuevo pero importantísimo territorio Hispania. Hispania no sólo aportó valiosísimos frutos económicos al imperio sino también figuras importantes como Séneca (filósofo estoico del siglo I a.C.-I d.C.), y dos emperadores: Trajano (53-117 d.C.) y Adriano (76-138 d.C.), ambos emperadores nacidos en estas tierras.

Sobre las ruinas de algunas ciudades celtíberas se construyeron ciudades romanas como es el caso de Sagunto. También se fundaron otras muchas, como Mérida, en Extremadura, que se conserva en muy buen estado hoy día. En esta ciudad romana se conserva un teatro donde hoy en día todavía se pueden ver representaciones trágicas en las tardes de verano sin necesidad de micrófono pues el sistema acústico natural de este teatro es excelente.

 

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Teatro romano de Mérida, s. I a.C.
Helen Rickard, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

Los romanos fueron un pueblo famoso por sus grandes construcciones arquitectónicas como los templos, sus villas y sus grandes centros de entretenimiento, como el ya arriba mencionado: el teatro, los coliseos y circos, donde se disputaban las carreras de caballos o las luchas de los gladiadores. Los romanos también fueron excelentes ingenieros y enlazaron todas las ciudades del imperio con una extensa y compleja vías de carreteras donde no faltaban sus puentes de piedra, muchos todavía hoy vigentes y en funcionamiento. Hoy en día se pueden ver en España muchos de esos maravillosos puentes construidos por los ingenieros romanos.

 

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Puente romano de Mérida, s. I a.C.
Ángel M. Felicísimo from Mérida, España, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons
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Puente romano de Alcántara, s. II d. C.
CommonsDantla at the German-language Wikipedia, GFDL via Wikimedia Commons

Otra de las obras maestras de los ingenieros romanos son los acueductos. Los romanos construyeron un inteligente sistema de regadío y transporte de agua a los centros urbanos. Un ejemplo es el monumental acueducto de Segovia construido en el siglo I d.C. sin mortero o cemento entre las piedras. Este acueducto traía agua desde la sierra, a unos 15 km, hasta la ciudad de Segovia. Este sistema de transporte de agua ha funcionado perfectamente hasta hace muy poco. El problema del deterioro de esta increíble estructura se debe a la contaminación que producen los coches sobre la piedra.

 

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Acueducto de Segovia a su paso por el centro de la ciudad, s. I d.C. (MP)

 

Otro recuerdo que los romanos nos han dejado son los arcos conmemorativos que construían a las entradas de las ciudades para recordar las victorias obtenidas por su ejército. Todavía hoy en día podemos ver muchos de ellos distribuidos a lo largo del territorio español. Uno de los mejor conservados es el arco de Medinaceli (s.I d.C.) en la provincia de Soria.

 

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Arco de Medinacelli, Soria, s. I d.C.
Diego Delso, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Y para demostrar la gran habilidad de los ingenieros romanos sólo hay que ver La Torre de Hércules en la Coruña, un faro que todavía hoy funciona después de casi 2000 años.

 

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La torre de Hércules. Faro romano en La Coruña, s. I d.C.
Edmar Lastra Castillejos, CC BY-SA 3.0 ES, via Wikimedia Commons

 

De alguna manera todas las culturas prerromanas han asentado en la Península Ibérica la base de una cultura única y diferente a otras regiones también doblegadas al Imperio Romano, pero sin duda, fue esta última civilización la que más se impuso sobre las otras. Todos los pueblos anteriores se subyugaron al dominio romano obedeciendo a su emperador, estudiaron su filosofía, se adaptaron a sus costumbres y a sus dioses romanos. Lo más impactante fue que todas esas culturas se vieron sometidas a una nueva lengua: el latín, que a partir de entonces fue utilizada por todos los habitantes del Imperio.

Sólo un pequeño territorio al norte de España, lo que es ahora el País Vasco, pudo permanecer lejos del fuerte dominio romano. Un pueblo fuerte y además situado entre montañas, lo que facilitó la lucha contra las tropas romanas. Este pueblo todavía conserva su lengua original muy diferente al latín impuesto en los territorios colindantes, que irían evolucionando hacia las lenguas actuales. Sólo en España se desarrollaron varias lenguas diferentes derivadas del latín: el castellano, el gallego, el bable, el catalán o el leonés (hoy desaparecido).

El impacto de la civilización romana fue muy grande en la nueva Hispania, pues fueron muchos años de dominio. En el siglo V d.C. el Imperio Romano muy debilitado y dividido no podrá defenderse de los pueblos guerreros del norte de Europa que derrotaron a los romanos y se establecerán en la Península Ibérica nombrándose señores del nuevo territorio. Esas tribus se unirán y formarán un nuevo capítulo a la historia de España: la España de los visigodos.

 

 

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